La escritora Camila Henríquez Ureña (1894-1973) fue una de las figuras más importantes del feminismo latinoamericano y caribeño de mediados del siglo XX. Este año, la editorial chilena Banda Propia publicó En sentido horizontal, una compilación de ensayos y cartas de la autora dominicana con prólogo de Alejandra Costamagna. Compartimos a continuación las notas que abren este volumen, a cargo de Lucía Stecher, y un extracto del libro: el discurso que la escritora dio en el Tercer Congreso Nacional Femenino organizado por las mujeres de Cuba, en 1940.
Los distintos testimonios de personas que conocieron a Camila Henríquez Ureña la presentan como una mujer seria, calmada, reflexiva y a la vez con un magnetismo especial. Sabía mucho de literatura clásica, aprendió francés, alemán, noruego y ruso para leer en su versión original las principales obras escritas en esos idiomas y estudió en profundidad la literatura española y latinoamericana. En un poema dedicado a Camila, la poeta cubana Nancy Morejón la muestra así:
Camila leía.
Camila invitaba a la lectura. Investigaba el peso muerto
Y el paso vivo de los griegos y de los romanos
y de las Termópilas. En su voz suave,
la Paideia era un himno primero
de una cultura más que primera
y nos hacía saber
que ninguna cultura es más funcional, ni más hermosa,
ni más transparente que otra,
sino que cada una se estremece trasvasándose
a esa última cultura necesitada por todos,
sus sensibles hacedores y aun por los insensibles
Podría decirse de Camila lo mismo que ella dijo de Sor Juana Inés de la Cruz, que la movía la pasión por el conocimiento. Pero además la motivaba enormemente transmitir lo que sabía e incentivar en otras personas el amor por la lectura y el aprendizaje. Le apasionaba la docencia y la practicaba mucho más allá de los espacios y momentos formales. Hizo clases en escuelas y universidades, y también en cárceles, espacios radiales y talleres de alfabetización.
Camila Henríquez Ureña creció en una familia en la que el estudio y la lectura constituían actividades centrales de la formación e incluso podría decirse que de la convivencia familiar. Los Henríquez eran una familia intelectual de República Dominicana, que contaba entre sus miembros a políticos, médicos y abogados. La madre, Salomé Ureña, fue reconocida como poeta nacional en República Dominicana y trabajó toda su vida por ampliar las posibilidades de educación de las mujeres. En 1881 fundó el Instituto de Señoritas, primer centro femenino de educación superior, que formó a las primeras profesoras normalistas del país. Camila, la hija menor, creció sin su madre, que murió de tuberculosis cuando ella tenía cuatro años, pero siempre supo de su importante labor en la educación de las mujeres y de su talento poético. En su infancia y juventud estuvo al alero de dos hermanos que se convertirían en figuras intelectuales importantes de la primera mitad del siglo XX: Pedro y Max Henríquez Ureña. Sobre todo de Pedro es posible afirmar que se trata de uno de los intelectuales fundamentales del pensamiento crítico y los estudios literarios latinoamericanos. Para su hermana menor fue tanto un modelo a seguir como una fuente de censura, porque aunque Pedro alababa genuinamente la inteligencia y capacidad de Camila, también se inquietaba por su vocación intelectual y le recomendaba no dedicarse a la poesía. En la historia del campo intelectual latinoamericano, la menor de los Henríquez Ureña ha quedado relegada en un lugar que no se condice ni con el reconocimiento que tuvo en vida, ni con la importancia de sus contribuciones al campo de los estudios literarios, culturales y feministas. Entre los papeles de Camila Henríquez Ureña, rescatados en Obras y apuntes, se encuentran las numerosas invitaciones que recibió la autora para participar en distintos congresos, dictar clases, publicar ensayos y ser parte de instituciones académicas y culturales.
Camila Henríquez Ureña dio sus conferencias más importantes y escribió sus principales ensayos entre 1930 y 1950, es decir, en las décadas de la Guerra Civil Española, el auge del fascismo y luego en la Segunda Guerra Mundial y la temprana Postguerra. La preocupación por estos acontecimientos atraviesa sus reflexiones, orientadas a responder qué hacer para que la política y la vida en sociedad se desarrollen de forma racional y pacífica. Su formación y actitud humanista la llevan a apostar por la educación, la lectura, la racionalidad y la argumentación como herramientas para enfrentar el fascismo y la violencia. Sus ensayos aparecieron antes de los debates surgidos cuando salieron a la luz los horrores del nazismo, que marcaron la desconfianza de la segunda mitad del siglo XX en el potencial civilizatorio de las humanidades. Pero además de confiar en la cultura clásica y la formación humanista, Camila creía que las mujeres podían y debían jugar un rol fundamental en la vida política nacional e internacional, la que podrían contribuir a transformar a partir de una concepción de las relaciones sociales menos individualista y violenta. Más que una concepción esencialista de ciertos atributos femeninos, ella despliega una mirada que considera que el rol asignado a las mujeres en el cuidado de los miembros más vulnerables de la sociedad las lleva a tener mayor conciencia de la interdependencia humana. En ese sentido, se adelanta a las concepciones contemporáneas del feminismo de los cuidados, que justamente pone el acento en la vulnerabilidad constitutiva de los seres humanos y su interdependencia. Además, en su ensayo «Feminismo» denuncia el nulo reconocimiento que ha tenido la labor de cuidados realizada por las mujeres: «Así desde los tiempos más remotos la mujer ha trabajado duramente, ha reposado poco; pero nadie pensó nunca en que ese trabajo mereciese otra retribución».
La otra dimensión de su confianza en la cultura y el humanismo tiene que ver con su potencial para mejorar la vida de las personas y en particular para dotar a las mujeres de mayores recursos subjetivos. Esto lo piensa en dos sentidos. Por un lado, insiste en que la clave para la emancipación de las mujeres es que tengan autonomía económica y en que esta solo se puede lograr a través del acceso a la educación, que para ella debe ser lo más amplia y profunda posible. Por otro lado, confía en que la lectura expande los horizontes de las personas, permitiéndoles vivir más creativamente y también conocerse mejor. Eso es lo que busca transmitirles a las mujeres presas en la Cárcel de Guanabacoa: «Porque todo lo que los libros nos proporcionan no viene de afuera; hay mucho que ellos sacan de nosotros, para nosotros mismos. Una buena lectura es como una azada que rompe el suelo de nuestra alma, para que sea labrada y cultivada. El que no ha leído bastante no sabe cuántas cosas puede llevar dentro de sí». En la trayectoria misma de Camila es posible reconocer el fructífero resultado de la combinación de una sólida formación intelectual con una perspectiva crítica (…).
Han pasado casi cien años desde que Camila diera sus principales conferencias y publicara los ensayos que reunimos en este libro. Hay enormes diferencias entre el mundo que ella habitó y el nuestro, pero también hay elementos de continuidad que en muchos aspectos son preocupantes. Podemos reconocer que se ha avanzado en diversos frentes señalados por ella: las mujeres en muchos países pueden decidir cuándo y cuántos hijos quieren tener (si es que quieren tenerlos), ha habido un incremento innegable en la autonomía económica de muchas mujeres, ha mejorado su acceso a la educación así como su condición legal y hay avances en lo que la autora consideró una necesaria «revisión de los fundamentos en que descansa la moral sexual». La crítica al amor romántico desplegada en las últimas décadas también va en la línea de la observación de Camila: «el concepto del amor que a la mujer le era inculcado era un concepto servil». Sin embargo, vemos en muchos países el despliegue de reacciones conservadoras que buscan hacer retroceder los avances ganados con tanto esfuerzo por las mujeres. Se excluye a niñas y jóvenes del acceso a la educación, conservadores de distintas religiones les niegan a las mujeres el derecho a decidir sobre sus cuerpos, las disidencias sexuales son víctimas de ataques motivados por el odio y la intolerancia. El ascenso del fascismo en el mundo también tiene preocupantes similitudes con los procesos que observó Camila en las décadas del treinta y cuarenta del siglo pasado. Ahora que observamos un preocupante retroceso de la democracia en el mundo y el negativo avance de las noticias falsas, viene bien recordar sus palabras en relación con la importancia de la deliberación democrática y el desarrollo de argumentos debidamente fundamentados:
«Por esa misma universalidad, el Congreso ha querido hacer patente su imparcialidad. Se ha querido que aquí se oigan todas las voces, se exterioricen todas las ideas. No porque toda idea merezca subsistir y propagarse. Eso es una falacia. Hay ideas falsas, hay ideas perversas, hay ideas perjudiciales al bienestar que busca la humanidad. Pero aquí querríamos discutirlas todas, para someterlas a la prueba de la verdad. Las ideas de mal pueden imponerse al mundo por la fuerza; pero no resisten al razonamiento. Quienes no osan discutir es porque no tienen confianza en la validez de sus principios; es porque no pueden creer en ellos sino en la oscuridad, en la ceguera».
Para este libro hemos seleccionado un conjunto de ensayos de Camila Henríquez Ureña que dan cuenta de distintas aristas de su producción intelectual, de sus lecturas y de sus experiencias personales. Incluimos desde sus ensayos más conocidos y emblemáticos, como «Feminismo», «La mujer y la cultura» y «La carta como forma de expresión literaria femenina», hasta escritos que no publicó en vida, como «La mujer intelectual y el problema sexual», el diario de un viaje a Sudamérica y un conjunto de cartas que forman parte del epistolario de la autora, entre otros textos. Nos basamos para esta selección en dos fuentes principales: por un lado los nueve tomos de la colección Obras y Apuntes, editada por una comisión compuesta por estudiosos y estudiosas de Cuba y República Dominicana, quienes organizaron los archivos de la autora conservados en el Instituto de Literatura y Lingüística de Cuba y los publicaron en la editorial del Banco de Reservas de la República Dominicana en 2004; por otro lado el libro Estudios y conferencias publicado en 1982 por la editorial Letras Cubanas. Para este libro además Banda Propia recopiló documentos que dan cuenta de su rol en la fundación de la emblemática Biblioteca Americana de 1947, junto con el texto de presentación del proyecto escrita por Camila.