Mientras veraneaba con su familia, entre siestas reposadas, lecturas sin prisa, el calor seco y los desvelos por no poder dormir, Martín Kohan (56) comenzó a darle forma a una serie de cuentos. Es que la época estival es su momento favorito del año. Así le comenta a Culto al otro lado de la pantalla, vía Zoom.
“A mí el frío me resulta hostil. Me gusta mucho andar por las calles, por las ciudades y en cambio, no me gusta el espacio de las casas -de todas maneras no tengo alternativa y vivo en una casa-. El invierno es bastante disuasorio en ese sentido, porque la calle se vuelve un espacio ingrato. El verano es para mí también el espacio de lo abierto, y a diferencia del retraimiento, el cuerpo sobre sí mismo, las capas de ropa y quedarse adentro, lo ligo con la comunicación entre espacios interiores y exteriores”.
Así fue como Kohan le dio forma a una serie de 10 cuentos que se publican en nuestro país con el sugerente título Desvelos de verano, a través de la editorial independiente chilena Banda Propia. En ellos, da cuenta de una serie de relatos afincados en polvorientos pueblos pequeños, de provincia, en que el calor sofocante es un elemento que los unifica. También las dinámicas de las cosas impensadas.
“Estaba la idea -a la que responden prácticamente todos los textos de este libro- de crear historias diferentes pero que tuvieran una misma atmósfera. Es decir, la idea de que el verano fuese casi un personaje de los cuentos, que tuviera la misma incidencia que puede llegar a tener un personaje”. Así pasan matrimonios, engaños, una chica que no puede dormir, curas de pueblo, una adivina, una mujer policía, entre otros seres y pillastres.
El bonaerense es uno de los escritores más notables de su generación. Premio Herralde de Novela 2007 por su notable Ciencias Morales, es Licenciado y Doctor en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Prolífico escritor, ha publicado 11 novelas, 5 libros de cuentos y 10 de ensayo. Si bien, sus mayores logros los ha obtenido en la novela, también es un defensor del género corto, del que, convengamos, hay una tradición notable en su país, con exponentes destacados como Ricardo Piglia, Julio Cortázar, Hebe Uhart, Samanta Schweblin, o el mismo Jorge Luis Borges.
“Es muy llamativo lo que pasó en la literatura argentina, y debo decir en mi propio caso, porque la tendencia del mundo editorial desde hace unos años varios años, es la de privilegiar las novelas. Al menos eso es lo que uno percibe o lo que surge en conversaciones, lo cual es fuertemente discutible y cuestionable. Por ejemplo, Samantha Schweblin comenzó escribiendo cuentos, le iba muy bien, y ella misma contaba que le preguntaban una y otra vez por la novela como si fuese todavía una escritora en vías de conformación hasta que no termine de ratificarse en el género novela”.
“El caso de la literatura argentina es especialmente arbitrario e injustificado ¿por qué? Porque la literatura argentina hace centro ni más ni menos que en Borges. Y como ya sabemos, excepto algún presidente de la nación que en algún momento mencionó haber leído la novela de Borges, él no escribió novelas”.
Además del verano, otro elemento que aparece mucho en estos cuentos es la muerte…
“Yo sigo la línea de Woody Allen. Una vez le pidieron que se pronunciara sobre la muerte y solo respondió: ‘estoy en contra’. Eso me representa completamente. En el mundo de lo que llamaríamos el mundo de la vida, (la muerte) es algo de lo que no pienso, y no hablo. Por eso mismo, y porque para mí la escritura de la literatura no reproduce mi relación con las cosas en el mundo, es que lo abordé. Tiene más que ver con explorar ideas y circunstancias distintas a las que habitualmente vivo. Tiendo a no hacer de la literatura una especie de prolongación de la propia vida, sino más bien al revés. De probar en la literatura y de hacer pasar por la literatura lo que no hago pasar por mi vida cotidiana”.