Acaba de llegar a las librerías nacionales su aclamada novela Los Estratos, editada originalmente en 2013. En conversación con Culto, se explaya sobre el libro y también acerca del caso Sergio Ramírez, en Nicaragua, y la polémica por la exclusión de la Feria del Libro de Madrid de los autores colombianos críticos del gobierno de Iván Duque.
Fue un proceso saltado. Cuando Juan Sebastián Cárdenas (43) escribió la primera página de lo que sería una novela, la dejó en pausa y solo la retomó dos años después. Para cuando eso ocurrió, ya tenía una idea más o menos clara del puerto al que quería arribar. “Me sucede a menudo que escribo una página donde hay una idea, una imagen muy sencilla y pueden pasar años sin que vuelva a visitar esa página, hasta que me asalta una intuición muy poderosa pero igualmente ciega acerca de la dirección en la que se va a mover el relato -relata el colombiano a Culto-. Escribir novelas tiene mucho de desencadenar fuerzas que uno no controla del todo. En eso se parece a la pintura o a la música contemporánea”.
La novela a la que se refiere Cárdenas es Los Estratos. Publicada originalmente en 2013 por la española editorial Periférica, obtuvo el Premio Otras Voces, Otros Ámbitos, y este 2021 llega a las librerías nacionales a través de una coedición entre las casas Banda Propia y Montacerdos.
Oriundo de Popayán, una templada ciudad cercana al Pacífico colombiano, Cárdenas es uno de los nombres que ha dado que hablar en las letras contemporáneas de su país, junto a otros como Pablo Montoya, Melba Escobar, Pilar Quintana o Margarita García Robayo.
¿Algunas lecturas que te hayan ayudado en la construcción de la novela?
Escribí la novela hace diez años, entre 2010 y 2011, así que tengo que esforzarme un poco para responder. Recuerdo que estaba leyendo por esa época dos libros de Aby Warbug, El ritual de la serpiente y El nacimiento del paganismo. También estaba muy interesado en imitar a Juan Carlos Onetti, que es uno de mis modelos de toda la vida, entonces leía con mucha atención La vida breve y Para una tumba sin nombre…